El cannabis se consume con fines lúdicos, ante todo por el sentimiento de satisfacción que provoca; favorece la autoconfianza para afrontar nuevos retos. Los estupefacientes pueden “ayudar a abrir la dimensión del futuro”, como describió Erich Wulff, profesor emérito de Psiquiatría de Hannover, en un simposio sobre cannabis celebrado en Berlín en 1995. Esta alteración del estado anímico interior se logra sin ningún esfuerzo consciente. En personas psicológicamente inestables, esta forma de alcanzar un sentimiento artificial de felicidad puede llegar a ocupar un lugar importante en su vida, prescindiendo de otros esfuerzos para conseguir esa felicidad y satisfacción. De esta forma se origina una dependencia psíquica. Con el tiempo, estos sentimientos artificiales de felicidad se debilitan debido al desarrollo de tolerancia, apareciendo de nuevo el aburrimiento, del que pretendía escapar el consumidor.
La adicción física al cannabis es reducida. Tras un consumo prolongado, si se deja de consumir, pueden aparecer durante algunos días síntomas de abstinencia, como trastornos del sueño, aumento de los sueños, de la sudoración y una nerviosa irascibilidad. También pueden aparecer síntomas de adicción psíquica, dependiendo de la personalidad del afectado.
Investigaciones neuropsicológicas han arrojado datos según los cuales los consumidores asiduos, dependiendo del tiempo y de la intensidad del consumo, ven mermada su memoria, atención y capacidad para organizar informaciones complejas. Pero distintos estudios han mostrado que la capacidad intelectual se normaliza entre tres y cuatro semanas después de haberse abandonado el consumo. Por tanto, la limitación de la memoria y de la capacidad de aprendizaje no es duradera, sino que se equilibra después de dejar de tomar cannabis.
Sólo una pequeña parte de los consumidores recreativos tiene serios problemas, según un estudio realizado en 1997 por encargo del Ministerio de Sanidad alemán, y dirigido por el profesor Dieter Kleiber et al (Berlín), con 1.458 consumidores y ex consumidores de cannabis, entre el 2% y el 10% de los que aún consumían se podía considerar como adictos a la sustancia. Si además hacían uso de otras drogas, el porcentaje de los adictos aumentaba. El periodo de tiempo durante el que se consumía cannabis no jugaba un papel importante, lo que muestra que el riesgo de adicción no está vinculado a la duración del consumo.
Si se emplea el cannabis como medicamento, el peligro de que se desarrolle una dependencia psíquica es mínimo. La alteración temporal del estado de ánimo, el distanciamiento frente al dolor y al sufrimiento o el logro artificial de una sensación de felicidad tienen sentido cuando se trata de enfermedades graves, pues les da a los enfermos fuerza y su vida cobra valor por sí misma.
Por otra parte, para los consumidores habituales, es recomendable deshabituarse un mes al año para restablecer la tolerancia y la regeneración natural de los receptores endocannabinoides.
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