No soy adicto
La última vez que probé el alcohol fue hace cuatro días. Una amiga vino a casa a improvisar una cena con lo que hubiera en mi nevera (hay gente que no le teme a nada) y me pidió si podía abrir una botella de Lambrusco que llevaba años ahí muerta de risa. Me tomé un par de copas y el resto lo acabé tirando porque ella no bebe.
¿Soy un alcohólico?
Con lo que os he contado, no tiene pinta ¿Verdad?. Mucha gente bebe vino con las comidas, o se toma unas cañas al salir de trabajar, y eso no les convierte en alcohólicos. Cuando entras en un bar ni se te ocurre pensar que los clientes del establecimiento sean alcohólicos.
¿Significa eso que no existe el alcoholismo?
Desgraciadamente no. La dependencia del alcohol existe y afecta aproximadamente a un 2,7% de la población española (6% si incluimos también consumo problemático), lo cual supone un total cercano a los doce millones y medio de personas.
Aunque cuando entres en un bar no puedas identificar a ningún alcohólico a priori, si esperas lo suficiente acabará por aparecer el típico cliente que a las doce del mediodía ya va mamado y, a voz en grito, le pide al dueño, por su nombre, que le ponga su copita de cada mañana.
Pero en general, la mayor parte de la gente que bebe es capaz de controlar su consumo de manera responsable.
Esto, con el tabaco, es mucho más difícil de ver
No digo que no haya casos de personas que fumen ocasionalmente sin ser adictos. Seguramente a todos os venga a la mente ese compañero del curro que, en la cena de navidad de la empresa, se enciende un pitillo cuándo tú no le habías visto con uno en los seis meses que llevas contratado. Sorprendido, le preguntas si fuma y te contesta que no, pero que a veces, cuando sale de fiesta, si le invitan se fuma uno.
Hay personas así. Pero la mayoría de gente, sobre todo si son ex-fumadores, a la que se encienden un cigarro un día te los encuentras gorroneando pitillos la semana siguiente y con su propio paquete antes de que termine el mes. La nicotina del tabaco es altamente adictiva.
Con el cannabis, en cambio, pasa algo parecido a lo que explico en el ejemplo del alcohol. Su capacidad para generar adicción es incluso menor, pero eso no significa que el problema no exista, y al igual que ocurre con los bares, aunque la inmensa mayoría de los socios de un club cannábico no sean adictos a la substancia, si te esperas lo suficiente acabará por aparecer el típico tío que sí está enganchado.
Seguramente no sea tu caso
Peor para ti… porque eso significa que no tienes excusa.
Piénsalo. Si fueras adicto al cannabis podrías hacer lo que te saliera de las pelotas, fumar cuánto quisieras, joderte los pulmones, atracar farmacias para pagarte el vicio, y tú no tendrías culpa ninguna de nada porque “pobrecito es un enfermo”. La terrible adicción a la droga te llevaría a cometer toda clase de atrocidades fuera de tu control de las cuales nadie podría hacerte responsable.
En cambio, como no eres adicto al cannabis, tienes total control sobre las decisiones que tomes respecto a su consumo y el modo en que lo haces. Si descubres, por ejemplo, que fumarlo puede provocarte graves daños deberías dejar de hacerlo inmediatamente, del mismo modo que tirarías unos zapatos que te llagaran los pies, aunque fuesen muy chulos.
Bueno, tal vez no los tirarías
Es cierto. La adicción es un factor a tener en cuenta, pero ni es el único, ni es una fuerza insuperable, y, según algunos estudiosos, ni siquiera es el factor principal a la hora de explicar el consumo desadaptativo de drogas. Aunque no fueses adicto a unos zapatos, si cada vez que te los pusieras ligases a cascoporro tal vez te mereciera la pena conservarlos, aunque te dejasen los pies hechos mierda. Yo lo haría.
Hemos llegado entonces al quid de la cuestión. En nuestra decisión de consumir o no consumir cannabis influyen muchos factores que debemos ser capaces de ponderar y que, a la postre, nos conducirán a tomar una decisión libre, voluntaria e, idealmente, informada. La adicción es la estrella mediática con la que se abre el circo. La que llena titulares y vende periódicos. La que usan las madres para asustar a los niños y los políticos para recabar votos. Es la anorexia, es ETA, es el hombre del saco. Pero luego resulta que algo tan aburrido y fácil de entender cómo la obesidad es responsable de muchísimas más muertes que la anorexia, ETA y el hombre del saco juntos.
A diferencia del Coco, la adicción existe, pero en caso de sufrirla no es más que un escollo adicional que deberemos sortear. Una dificultad añadida, si es que llega a aparecer, pero que en ningún caso es el problema principal, y ya no digamos una barrera insalvable.
La mala noticia, no obstante, es que no necesitas ser adicto al cannabis para sufrir las consecuencias negativas de su consumo, igual que no necesitas ser un alcohólico para sufrir un accidente si te da por conducir bebido.
A lo mejor soy demasiado optimista, pero en esta sección de la revista me propongo no solo hablaros de los riesgos derivados del consumo de cannabis, sino que pretendo, además, que os resulte una sección útil, e incluso agradable de leer.
No va a ser tarea fácil. A nadie le gusta que le den consejos que no ha pedido, ni que le machaquen una y otra vez con riesgos que conoce de sobras. Además, el discurso anti-cannábico que algunos han adoptado resulta tan falaz, bochornoso e insultante que hasta a mí, que jamás lo he probado, me saca de quicio, de modo que comprendo perfectamente que sea mencionar los riesgos y ponerse a la defensiva.
¿Cómo pretendo lograrlo entonces?
Bueno, lo cierto es que tengo un plan. Pero tendrás que esperar a leer los próximos números para descubrirlo.
Albert Estrada Zambrano. Licenciado en Medicina, especialista en Bioquímica Clínica. Miembro de la Sociedad Española de Investigación sobre Cannabinoides. Imparte cursos y seminarios sobre cannabis y ofrece asesoría medica y de reducción de riesgos a usuarios terapéuticos y asociaciones cannábicas.
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